La Generación Perdida, una década de atraso.
Cuando mañana estemos hablando de los
10 años de Transantiago, tendremos que contemplar a muchos expertos que nos den
sus teorías, que entreguen la panacea al problema, que busquen culpables y que
se siga destruyendo en el consiente colectivo la imagen y calidad del servicio
de transporte metropolitano.
Cuando Mary Shelley escribió la
novela Frankenstein, quizás nunca imagino su trascendencia en el tiempo, bueno
lo mismo ocurre con este proyecto sacado de novela llamado Transantiago, la
diferencia entre la notable novela de la escritora inglesa es que Víctor
Frankenstein siempre defendió a su creación, sabiendo que era un criatura, siguió
defendiéndolo siempre, en cambio los creadores de este sistema de transporte
urbano llamado Transantiago siempre han sido los principales críticos y han
creado una generación de usuarios abusivos y dispuestos a exigir sus derechos
en la calidad de servicio sin tener necesidad de cumplir con sus deberes básicos
que es pagar la tarifa de transporte, que por donde se mire al ser un servicio
integrado entre el transporte terrestre y los trenes urbanos está al alcance de
todos.
Una generación perdida no solo en los
deberes básicos de educación cívica sino también en memoria, increíblemente hay
personas que inducen a añorar el sistema amarillo, anterior al actual,
olvidando las tragedias que se vivían en ese entonces, donde fallecían conductores
víctimas de asaltos por tener que manejar dinero en efectivo, donde no se
respetaba ninguna norma laboral, sin contrato, sin horas extras, sin descansos
muchas veces, donde las condiciones de los buses poco importaba, ya que había
que salir a cortar boletos para generar ingresos tanto para el conductor como
para el dueño del bus, que muchas veces era un pequeño empresario con una o dos
máquinas, el volumen de accidentes involucrados microbuses era mucho mayor que
ahora producto de que competían por el pasajero, algo parecido a lo que ocurre
en los buses interurbano que es una selva actualmente.
Hoy cualquiera se encuentra con la
sapiencia de hablar de indicadores de frecuencia y regularidad, haciendo
comparativo falsos e irreales, quien hace 10 años sabía lo que era frecuencia y
regularidad si se trabajaba como se quería, en los feriados irrenunciables prácticamente
no había transporte porque no había exigencia, hoy si la hay, existen planes
operacionales expuestos a multas si no se aplican, quien fiscalizaba a los
conductores, podía conducir cualquiera, uno con licencia de conducir clase B,
sin licencia, un aprendiz, el hijo del dueño del bus, hoy para iniciar jornada
un conductor debe presentar su licencia y el sistema lo habilita, una gran
diferencia y garantía.
El llamado no es ver el vaso medio
lleno, es a reconocer el enorme progreso que ha significado este sistema, con permanente
renovación de flota, con servicios monitoreados por GPS en todos momento, con
exigencias de cumplimientos, regido por leyes laborales, con cumplimientos de
pago al personal, con una serie de garantías al usuario que en lugar de
aprovecharlas como es el derecho a reclamo, las ha transformado en prácticas
abusivas, como por ejemplo no querer pagar. No existe otro medio de transporte
que se permita lo que ocurre en Transantiago, si usted toma un avión seria
impensado que suba sin pagar su boleto, si toma un bus interprovincial y no
paga el conductor está facultado bajo el articulo 91 a bajarlo en el control de
carabinero más próximo, si toma un taxi debe pagar, si toma un colectivo debe
pagar y aun mas insólito cuan una empresa está en huelga es reemplazado en
algunos casos por buses interurbanos que trabajan con boletos como el sistema
antiguo y el mismo usuario que evade en Transantiago está dispuesto a pagar
$700 o $800 en efectivo por el pasaje, si eso no es abusivo, pega en el palo.
Es por eso que en lugar de seguir
siendo blanco fácil de la horda de eruditos que tiene el sistema, sentémonos a
crear las herramientas de mejora y corrección al sistema, porque este Transantiago
llegó para quedarse, no hay gobierno capaz de eliminarlo por el impacto social
que generaría, por lo que debemos trabajar en mejorarlo. Lo primero debe estar
administrado por un directorio suprapartidista y de larga duración por sobre
los gobiernos de turnos, algo parecido al directorio del Banco Central, esto
con el objetivo de crear políticas y planificación de largo plazo y se pueda
cumplir, no puede ser que cada cuatro años se rote las cabezas y cambien los
criterios.
Crear un proceso educativo desde los
colegios, los medios, las universidades que genere conciencia que la evasión es
un perjuicio para todos, porque aumenta la subvención y se dejan de hacer cosas
por esta inyección de recursos, son muy simples, quien sabe que al salir de
Metro su costo de bus es cero, solo debe validar su tarjeta, eso no requiere
una agencia, requiere voluntades y compromisos, pero da la impresión que al no
ser plata de las personas responsables de liderar estas campañas, no importa si
se hacen.
Como puede ser que 10 años después todavía
se deba ir a cargar una tarjeta de pago, pudiendo agregar dinero desde el teléfono
celular, la cuenta bancaria, transferencias, son inexplicable e impresentable
los argumentos tecnológicos que dicen limitar estos avances como argumenta la
empresa a cargo de esta operación, hay que poner la tecnología a disposición del
sistema de transporte y eso se hace solo permitiendo la entrada de competencia
al mercado y sacando el monopolio del sistema.
Las multas de evasión deben ser
descontadas por el SII de devoluciones de impuestos, no puede ser que la
persona de un domicilio falso y nunca se dé por notificado, eso es un abuso
total y probablemente no cambie su habito.
Probablemente pueden haber muchas más
ideas de mejoras, pero si debemos tener claro que no podemos darnos el lujo de
perder otra generación de usuarios abusivos que se aprovechen de este sistema
de transporte llamado Transantiago, donde presentamos la evasión más alta del
mundo, algo que no es para enorgullecerse, debemos central nuestros esfuerzos
en que los nuevos oferentes que ingresen al sistema lleguen para mejorarlo,
pero que los ciudadanos mejoremos en nuestra esencia para que ello ocurra.
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